Y Obama decía algo en la tele...
5 Comments Posted by Alex Guerrero on Tuesday, February 26, 2008 at 11:34 PM.
Nos miramos. Sonreímos. Había cambiado mucho tu carácter tras una tarde de salidas de tono. Podía percibir en esa sonrisa muchas cosas, que se resumían en lo contento que estabas de que fuéramos amigos. Y la verdad es que antes te entendía menos. Entendía menos tus salidas de tono, la lengua agresiva y absurda que solías hablar. Entendía menos tus demonios, la presa de cemento, los pasos que te habías propuesto marcar en ese camino hacia la recuperación de ti mismo. Entendía mucho, mucho menos lo que había significado J en tu vida. Pero vaya, que ahora lo entienda un poco mejor no quiere decir que todavía sea capaz de "realizarme" (qué gran palabro) de la historia completamente. Aunque, en fin, siempre hay tiempo.
Hillary debatía con Obama en la pantalla. Todos los chicos del local estaban embobados escuchando a los dos demócratas hablar de "universal health care". Justo un día después del debate entre Zapatero y Rajoy.
No me imagino a los chicos de Chueca siguiendo la tertulia televisiva en el bar...
Hillary debatía con Obama en la pantalla. Todos los chicos del local estaban embobados escuchando a los dos demócratas hablar de "universal health care". Justo un día después del debate entre Zapatero y Rajoy.
No me imagino a los chicos de Chueca siguiendo la tertulia televisiva en el bar...
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Tres figuras en gris, caminan por una gran avenida en gris. Mantienen una conversación animada. Debaten sobre la conveniencia de las políticas keynesianas de la administración Bush, sobre el barco que uno de ellos tiene a orillas del Potomac, sobre qué comer hoy. "Hoy creo que pollo teriyaki sobre lecho de veggies", dice uno. Más tarde, en sus mesas, papeles y papeles, tareas pendientes, reuniones que interrumpen cada momento de concentración.
En la soledad de su despacho sin ventanas, bajo la mortecina luz fluorescente, uno de ellos se reclina sobre su silla. Recuerda a su profesor Hansen durante el doctorado en Chicago, hablando largo en la clase de "Observable Implications of Equilibrium Models in Macroeconomics and Finance". Tan apasionante como las previsiones de inflación para Malawi que le toca calcular durante esa tarde. Se levanta y baja al lobby para airearse.
En el camino, una colección de billetes del mundo decora la pared. La mejor colección de monedas actuales, decorando las paredes setenteras del FMI. El sueño del coleccionista. "Uhm, no sabía que Tuvalu tenía moneda", piensa. Divaga. Y vuelve a su oficina, para seguir haciendo su oficio de brujo. ¡Ah, la estadística!
El capitalismo global está transformando el mundo muy rápidamente. Brasil muestra interés en invertir y cooperar al desarrollo de África. Su banco de desarrollo, BNDES, invirtió un 50% más que el Banco Mundial en estos fines. Dados los excesos de liquidez y reservas causados por los petrodólares, Venezuela trató de crear el "Banco del Sur" como alternativa a las instituciones tradicionales. Los países árabes petroleros están popularizando los préstamos islámicos (que cumplen con los requisitos de la Sharia, esto es, no son tanta usura). Ante esto, las instituciones tradicionales de Washington están reaccionando lenta pero inexorablemente: nuevos productos para los países que absurdamente seguimos llamando "emergentes" -¿para cuando "emergidos"?- y sobre todo, un enfoque mayor en apoyar el desarrollo de las instituciones, rebajando el tradicional énfasis en la apertura de mercados y retroceso del Estado.
Por qué las instituciones, se preguntarán. Como subrayan el economista de Harvard e ídolo de la izquierda Dani Rodrik y un insider del FMI, Arvind Subramanian (pdf en español), las instituciones son la causa primordial de la riqueza y pobreza de las naciones. No lo es la apertura comercial, como predicaba el consenso de Washington, ni lo es la geografía, como asegura Jeffrey Sachs en sus giras con Bono de U2 por África. Pero hay algo proveniente de las instituciones (las "reglas de juego") que ancla las expectativas, genera confianza e inversión, deja fluir la información libremente, y orquesta las tensiones sociales entre los grupos de poder, provocando crecimiento económico y mejor calidad de vida.
Ni un Plan Marshall tropical salvaría a los países más pobres, ni la apertura de todos los mercados a la vez corregiría las disparidades existentes, pese a que los modelos teóricos simplificados sostengan esa conclusión. Para el desarrollo económico, las instituciones importan, pero no existen recetas universalizables. Como Rodrik y Subramanian apuntan,
En el camino, una colección de billetes del mundo decora la pared. La mejor colección de monedas actuales, decorando las paredes setenteras del FMI. El sueño del coleccionista. "Uhm, no sabía que Tuvalu tenía moneda", piensa. Divaga. Y vuelve a su oficina, para seguir haciendo su oficio de brujo. ¡Ah, la estadística!
El capitalismo global está transformando el mundo muy rápidamente. Brasil muestra interés en invertir y cooperar al desarrollo de África. Su banco de desarrollo, BNDES, invirtió un 50% más que el Banco Mundial en estos fines. Dados los excesos de liquidez y reservas causados por los petrodólares, Venezuela trató de crear el "Banco del Sur" como alternativa a las instituciones tradicionales. Los países árabes petroleros están popularizando los préstamos islámicos (que cumplen con los requisitos de la Sharia, esto es, no son tanta usura). Ante esto, las instituciones tradicionales de Washington están reaccionando lenta pero inexorablemente: nuevos productos para los países que absurdamente seguimos llamando "emergentes" -¿para cuando "emergidos"?- y sobre todo, un enfoque mayor en apoyar el desarrollo de las instituciones, rebajando el tradicional énfasis en la apertura de mercados y retroceso del Estado.
Por qué las instituciones, se preguntarán. Como subrayan el economista de Harvard e ídolo de la izquierda Dani Rodrik y un insider del FMI, Arvind Subramanian (pdf en español), las instituciones son la causa primordial de la riqueza y pobreza de las naciones. No lo es la apertura comercial, como predicaba el consenso de Washington, ni lo es la geografía, como asegura Jeffrey Sachs en sus giras con Bono de U2 por África. Pero hay algo proveniente de las instituciones (las "reglas de juego") que ancla las expectativas, genera confianza e inversión, deja fluir la información libremente, y orquesta las tensiones sociales entre los grupos de poder, provocando crecimiento económico y mejor calidad de vida.
Ni un Plan Marshall tropical salvaría a los países más pobres, ni la apertura de todos los mercados a la vez corregiría las disparidades existentes, pese a que los modelos teóricos simplificados sostengan esa conclusión. Para el desarrollo económico, las instituciones importan, pero no existen recetas universalizables. Como Rodrik y Subramanian apuntan,
"Entonces, ¿en qué forma deben escogerse las opciones institucionales? El análisis económico puede ayudar identificando los incentivos de las distintas combinaciones así como las ventajas y desventajas del caso, pero en las sociedades la deliberación pública y la elección colectiva tienen un papel muy importante. De hecho, la democracia política sirve de metainstitución que ayuda a las sociedades a elegir las instituciones. Aunque los indicadores de la democracia no siempre explican cuáles países crecen con mayor o menor lentitud en ciertos períodos, sí explican el nivel de ingreso a largo plazo. Es decir, es posible lograr rachas de crecimiento con distintas combinaciones de instituciones políticas, como lo confirma lo sucedido después de la segunda guerra mundial, pero al parecer la democracia hace más fácil sostenerlas y transformarlas en niveles de vida más altos."
"Sabemos poco respecto a las fuentes de la felicidad, pero al menos en psicología hemos establecido tres consensos básicos", nos comentaba mi compañero de piso y profesor de Psicología de la Felicidad en la Universidad. "Al parecer, los seres humanos tenemos ciertas necesidades psicológicas, que se unen a nuestras necesidades más físicas, como comer o dormir. La primera de esas necesidades psicológicas es establecer relaciones interpersonales intensas y densas con un buen número de gente. La segunda, tener la sensación de que somos capaces de realizar grandes cambios en nuestra vida cuando nuestro entorno cambia. Y la tercera, más criticada por los transculturalistas, es disponer de autonomía: tener la sensación de control e independencia sobre nuestro propio trabajo o vida".
Tiene sentido. La fórmula mágica vendría a ser: cierto grado de individualismo, pero muy bien inserto en un entorno de amigos y familiares -lo cuál nos libra de la soledad-, y una sensación de que somos capaces de afrontar shocks externos de cualquier tipo -lo cuál nos libera del miedo-.
Tiene sentido. La fórmula mágica vendría a ser: cierto grado de individualismo, pero muy bien inserto en un entorno de amigos y familiares -lo cuál nos libra de la soledad-, y una sensación de que somos capaces de afrontar shocks externos de cualquier tipo -lo cuál nos libera del miedo-.
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Este fin de semana, me voy a entregar a los sentidos. Al frío en la piel, al calor, al tacto, a la luz del atardecer, a la lluvia en la cara, al aire fresco entrando en los pulmones mientras corres aceleradamente por las colinas de un parque, a la sensación agradable cuando sacas la mano por la ventana del coche camino de la capital de Virginia. A los besos. Al sabor del cangrejo en un pastel. Al dolor en el bajovientre cuando te ries demasiado. A "meterme" en la película. A abrazar a los amigos. A dejar que el chorro de la ducha caliente masajée el cuello. A andar descalzo, y a no poner el despertador. A llamar a "casa" y olvidarme de la distancia. A sonreir a los desconocidos. A buscar, claro, el amanecer en medio de la noche.
"¿Te imaginas si colgáramos una pancarta aquí?" me decía Javi mientras tomábamos un café en el FMI. Hoy había leido en el Economist que van a deshacerse de 390 economistas (15% de la plantilla), y apostillaba que "para los outsiders, es difícil resistirse a una irónica sonrisa. Los dispensadores de la rectitud fiscal están finalmente teniendo que tragarse su propia medicina". "Pondriamos: '¡Compañeros del metá! ¡Lucha contra el despido injustificado!' Qué gran pancarta, ¿no?", mientras seguíamos riéndonos del destino de los excesivamente pagados empleados del Fondo. Y es que se han quedado sin trabajo. Sólo el gobierno turco representa un 60% de su negocio, y claro, con eso no da ni para pipas. La vida es irónica... y sonreimos.
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Por los pasillos, gente hablando de sus proyectos. ¡Tan diferente al BID, donde la gente hablaba de su anterior fin de semana! Yo andaba distraido. Llegaba tarde y con la conciencia manchada por la culpabilidad. "¿Es el ente regulador de Costa Rica?", "am I talking to Mr. Lee, from Trinidad and Tobago Energy Commision?", y así pasó la mañana. Abstraido en las pequeñas tareas, me acordé de las playas azules de arenas blancas que vendrán. Del jugo de coco servido en un coco recien cortado con un machete. Del sabor del pollo frito hecho de pollo de verdad. Se me hizo la boca agua y bajé a por un croissant.
Las instituciones que pilotan la globalización cada día sienten más la impotencia frente al oleaje de las nuevas finanzas. Nadie sabe qué diablos está pasando. Nadie pudo predecir hace 10 meses la crisis de las sub-prime (ni los Hedge-funds). Pero cientos de miles de agencias inmobiliarias, decenas de empresas, están cerrando y quebrando. Los mares se han desatado y la revolución tecnológica a hecho al capital incontrolable: por delante nos quedan sonadas crisis y espantadas. Toquemos madera.
Déjate una libreta y un lápiz muy a mano cuando te acuestes, por si sueñas algo bonito.
Las instituciones que pilotan la globalización cada día sienten más la impotencia frente al oleaje de las nuevas finanzas. Nadie sabe qué diablos está pasando. Nadie pudo predecir hace 10 meses la crisis de las sub-prime (ni los Hedge-funds). Pero cientos de miles de agencias inmobiliarias, decenas de empresas, están cerrando y quebrando. Los mares se han desatado y la revolución tecnológica a hecho al capital incontrolable: por delante nos quedan sonadas crisis y espantadas. Toquemos madera.
Déjate una libreta y un lápiz muy a mano cuando te acuestes, por si sueñas algo bonito.
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La vida es simple y compleja a la vez, nunca dejará de asombrarme. Esa pareja que creías perfecta te muestra sus fisuras, su humanidad. Tendemos a totemizar, pero a nadie debería obligársele a ser un icono o modelo de nada. A ver si trato de recordar eso a menudo.
Como con Paloma en el bonito restaurante que tiene el FMI, con vistas. El cocinero ha estado revolviendo verduras y pollo teriyaki un rato delante mío, en el wok. Está riquísimo. Apenas 6 euros. Discutimos el proyecto sobre corrupción para el que nos contrataron en Madrid. Hay sintonía y nos repartimos las tareas, pero el cielo anuncia tormenta.
"¿Qué significa 'condición si ne qua non'?" me pregunta mi temporal compañera japonesa, en su árdua tarea de traducir un informe de un español demasiado florido, tal vez peruano, al llano inglés. "Si ne qua non es latín, y significa 'required' aquí", le digo. Me mira extrañada, como sorprendida porque todavía nos empeñemos en utilizar una lengua muerta hace dos mil años. Yo la miro del mismo modo, preguntándome cuál será el equivalente al latín en el mundo oriental. ¿Alguna versión tosca del mandarín? Se marcha del despacho, no sin las habituales inclinaciones de agradecimiento nipón.
Anoto en la libreta una idea: "¿Realmente proporcionan votos las bajadas de impuestos?". Me surgió mientras escuchaba a Borrell lamentarse de la actual estrategia de la izquierda y la derecha de ofrecer rebajas fiscales.
Miro la pantalla. Un amigo español en Tokyo me cuenta por el messenger su última aventura con un australiano. David llama mi atención también por el gtalk, desde su blackberry, porque se ha quedado atrapado por la nieve en el aeropuerto de Chicago, después de "cubrir" a Obama. MJ me comenta desde California que ha estado charlando con mi amigo Roger, que vive en Connecticut. A veces la globalización me satura. Cierro las ventanas, apunto las tareas para mañana y me marcho al gym.
En 1988, un año más de escuela en china te aumentaba el salario un 4%. Hoy lo hace un 11%. En aquel entonces, sólo el 20% de los chinos vivían en ciudades. Estados Unidos empezó su revolución económica e industrial en 1870 y duró hasta 1920. Cincuenta años. China ha recorrido ese camino en menos de una década, y al actual ritmo se meterá en los 1950-60 de EEUU en menos de siete u ocho años. Pero a diferencia de aquella sociedad homogénea, las desigualdades de China para entonces serán tan abismales, que la olla a presión social terminará estallando.
Como con Paloma en el bonito restaurante que tiene el FMI, con vistas. El cocinero ha estado revolviendo verduras y pollo teriyaki un rato delante mío, en el wok. Está riquísimo. Apenas 6 euros. Discutimos el proyecto sobre corrupción para el que nos contrataron en Madrid. Hay sintonía y nos repartimos las tareas, pero el cielo anuncia tormenta.
"¿Qué significa 'condición si ne qua non'?" me pregunta mi temporal compañera japonesa, en su árdua tarea de traducir un informe de un español demasiado florido, tal vez peruano, al llano inglés. "Si ne qua non es latín, y significa 'required' aquí", le digo. Me mira extrañada, como sorprendida porque todavía nos empeñemos en utilizar una lengua muerta hace dos mil años. Yo la miro del mismo modo, preguntándome cuál será el equivalente al latín en el mundo oriental. ¿Alguna versión tosca del mandarín? Se marcha del despacho, no sin las habituales inclinaciones de agradecimiento nipón.
Anoto en la libreta una idea: "¿Realmente proporcionan votos las bajadas de impuestos?". Me surgió mientras escuchaba a Borrell lamentarse de la actual estrategia de la izquierda y la derecha de ofrecer rebajas fiscales.
Miro la pantalla. Un amigo español en Tokyo me cuenta por el messenger su última aventura con un australiano. David llama mi atención también por el gtalk, desde su blackberry, porque se ha quedado atrapado por la nieve en el aeropuerto de Chicago, después de "cubrir" a Obama. MJ me comenta desde California que ha estado charlando con mi amigo Roger, que vive en Connecticut. A veces la globalización me satura. Cierro las ventanas, apunto las tareas para mañana y me marcho al gym.
En 1988, un año más de escuela en china te aumentaba el salario un 4%. Hoy lo hace un 11%. En aquel entonces, sólo el 20% de los chinos vivían en ciudades. Estados Unidos empezó su revolución económica e industrial en 1870 y duró hasta 1920. Cincuenta años. China ha recorrido ese camino en menos de una década, y al actual ritmo se meterá en los 1950-60 de EEUU en menos de siete u ocho años. Pero a diferencia de aquella sociedad homogénea, las desigualdades de China para entonces serán tan abismales, que la olla a presión social terminará estallando.
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En su nuevo libro, el periodista argentino Andrés Oppenheimer (en el centro) cuenta que la única salvación para América Latina en este mundo que se globaliza es imitar a Europa. La integración supraregional. Que los ciudadanos y los inversores tengan un Tribunal de la Haya, versión latinoamericana, donde recurrir cuando los gobiernos pendulantes pisoteen sus derechos. No le falta razón. Mientras los latinoamericanos se yactan de crecer al 4,5% en 2007, comparándose felizmente respecto al año anterior, su "ceguera periférica" les impide ver a los demás: África creciendo al 6%, Asia al 9-10%, Europa Central cerca del 8%. Ni cuando el mundo va estupendamente, son capaces de salir del tren de cola.
Mientras los chinos no paran de hablar del futuro, los latinoamericanos acuden en masa a sus psicoanalistas emmascarados como políticos, para superar esasa obsesión latinoamericana por el pasado. Venga hablar de tipos que murieron hace decenas de años, sino siglos. Bolívar, Perón, y tantos otros, en lugar de centrarse en los motores del cambio. Esa obsesión estoy seguro se la hemos contagiado los hispanos, tan duchos a recrearnos en nuestro pasado, excepto entre 1982 y 2000, cuando sufrimos amnesía colectiva transitoria y decidimos empezar a trabajar en serio...
A veces es necesario.
Mientras los chinos no paran de hablar del futuro, los latinoamericanos acuden en masa a sus psicoanalistas emmascarados como políticos, para superar esasa obsesión latinoamericana por el pasado. Venga hablar de tipos que murieron hace decenas de años, sino siglos. Bolívar, Perón, y tantos otros, en lugar de centrarse en los motores del cambio. Esa obsesión estoy seguro se la hemos contagiado los hispanos, tan duchos a recrearnos en nuestro pasado, excepto entre 1982 y 2000, cuando sufrimos amnesía colectiva transitoria y decidimos empezar a trabajar en serio...
A veces es necesario.