Conócete a ti mismo, decía el frontispicio del templo de Delfos. Y creo que, una vez somos conscientes de esa necesidad, pasamos gran parte de nuestras vidas adictos a esa búsqueda de "conocer nuestros límites". Los buenos y, si somos honestos, también los malos.
Yo creo que me he aburrido bastante de mi mismo. Porque últimamente lo único que no me produce bostezos son los demás. Su mirada sensible a la belleza que nos rodea (aunque sólo se tengan 18 años), o a los momentos mágicos que nunca más se repetirán... Porque se pueden hacer bien las cosas. Incluso muy bien. Pero hacerlas interesantes es un logro que nunca dejará de maravillarme.
Qué bueno estar vivo.
Yo creo que me he aburrido bastante de mi mismo. Porque últimamente lo único que no me produce bostezos son los demás. Su mirada sensible a la belleza que nos rodea (aunque sólo se tengan 18 años), o a los momentos mágicos que nunca más se repetirán... Porque se pueden hacer bien las cosas. Incluso muy bien. Pero hacerlas interesantes es un logro que nunca dejará de maravillarme.
Qué bueno estar vivo.
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Está bien conocerse a uno mismo pero no demasiado (creo que contra los excesos también acosejaba aquel frontispicio). Analizarse a uno mismo puede llegar a ser limitador; uno puede ver que es así o asá, ponerse etiquetas y asumirlas. A mí me costó hacerlo, pero es siempre mejor verse lleno de posibilidades, sin predeterminar (aunque eso cause vértigo o la náusea) y abierto a los demás. Es menos peligroso, menos aburrido y más expansivo. :-)