Te miro y sonrío. Te vas aunque no quieras. Y mientras la ilusión se extingue, tan maravillosa como irreal, el telón cae lentamente sobre el escenario. Las luces se vuelven a encender, desconcertantes. Vuelta a la propia vida.
Una vez fuimos uno. Te dormías en mi hombro mientras recorríamos valles andinos en trenes antiguos. Me dabas la mano mientras compartíamos coñac de petaca con unos desconocidos que el azar puso en los asientos frente a nosotros.
Pero ahora recupero mi singularidad. Y con ella, las cosas dan sentido a mi vida. Disfrutar de las luces del atardecer, las películas antiguas, la música diversa. El contacto, el tacto, el cariño que abraza, que ríe, que es optimista. Las conversaciones supérfluas, la amistad ilimitada, mi propio tiempo. Mi tiempo. Tiempo para ser generoso con los demás. Para ayudar sin esperar nada a cambio... miento: esperando una sonrisa como propina. La libertad, para ser, para construir, para anhelar. Los viajes. Los viajes con buenos amigos. La comida compartida. Y nuevos sueños, renovados, positivos, increíblemente, exageradamente felices. El sexo que termina entre risas. El amor del que no duele. El silencio, que prosigue tras la tormenta.
Eso es lo que viene ahora.
Labels: Querido Diario
Recuerda que mucha gente te quiere mucho...
Bien que lo sé y lo hacéis notar. :)
suscribo lo dicho por la señora.
Debí haber hecho lo que la chica de la viñeta.
Por que Lauriki me llama señora? Joer, que mal sienta...